Que no somos ciudadanos, sino súbditos, y que la ciudadanía constituye un ideal no cumplido es una afirmación con la que resulta fácil estar de acuerdo. Pero el presente libro sostiene una tesis menos gratificante: la de que «ciudadano» y «ciudadanía» son, en sí mismos, conceptos mixtificadores forjados para maquillar el rostro deforme y mostruoso de lo político.
Antonio Valdecantos sostiene que la dualidad de un orden secular y otro eclesiástico se transfiguró modernamente en la de Estado y mercado, siendo este último el sucesor natural de la iglesia. Así pues, la doctrina medieval de la supremacía del poder eclesiástico sobre el secular expresa la verdad de la dominación contemporánea, donde la potestad del mercado rige la esfera de lo político.
Pero este libro no defiende ningún programa emancipador para instaurar un régimen de verdadera ciudadanía, sino que, por medio de una teoría alternativa del espacio, del tiempo y del lenguaje públicos, piensa las condiciones bajo las que el súbdito podría enfrentarse a lo político como a un mal definitivo e irredimible. Según Valdecantos, el día en que los súbditos repudien todo lenguaje legitimador y se burlen de él sin reverencia alguna estaríamos ante el modo de resistencia más insidioso y quizá, también, el más fecundo.
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