Shakespeare demuestra con la tragedia El rey Lear su conocimiento profundo de la complejidad humana, de los matices enigmáticos que componen la mente y el ser. Pero no se trata únicamente del drama de la vejez: la obra se centra en la consecución del autoconocimiento y en la necesidad de suprimir la soberbia para poder purificarse de los errores cometidos. Una vía purgativa en la que los personajes se debatirán entre el bien y el mal, amparados en los designios que marcan sus propias obras.
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