El color de la piel, la lengua, la comida, la ropa, los juegos... todo podría ser diferente, si hubiéramos nacido en otro lugar. Algunas cosas podrían ser mejores, otras peores, pero lo cierto es todos somos seres humanos con sentimientos y necesidades comunes, y que nadie está a salvo de posibles desgracias. Es por eso que la solidaridad con el que sufre la desgracia en cualquiera de sus formas debería ser el primer imperativo de todos y todas.
Esta sencilla reflexión en forma de verso sobre la condición humana, dirigida a pequeños y a adultos, es un emotivo homenaje a todas las personas que han tenido que abandonar su casa involuntariamente.
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