Setenta años después, a diferencia de otros grandes acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, la Batalla de Inglaterra, como llegó a ser conocida a partir de una frase de uno de los discursos bélicos más importantes de Winston Churchill, no ha perdido nada de su esplendor. Pocos momentos en la historia británica están tan firmemente grabados en la memoria colectiva como el verano de 1940, cuando tras la caída de Francia, apenas 2.000 jóvenes pilotos se interponían entre Hitler y la victoria. Al igual que la derrota de la Armada Invencible y el triunfo de Nelson en Trafalgar sobre las flotas francesa y española, está profundamente troquelado en la conciencia nacional como un momento de grave peligro en el que Gran Bretaña, sola, audaz, desafiante, sin aliados, derrotó a un enemigo más poderoso y agresivo en el último instante.
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