El poeta deja su voz en suspenso, nos espera y nos acecha. Hasta la página siguiente. Hasta el siguiente libro. El sonido de su poesía corre y deja escapar el sentido, razonar el significante. Y en ello encontramos sus obsesiones, que se han vuelto nuestras: el papel y la posición del Yo, el cuerpo y su lugar en el espacio o, más aún, la inquietud ante la pérdida del sentido del cual la palabra es portadora. Las interrogaciones sobre el ojo que acompaña una reflexión acerca de numerosas obras del arte plástico. La definición de la cosa y no de su representación, y por eso una aproximación al lenguaje y aun al trabajo del escritor. Philippe Ollé-Laprune (autor del prólogo)
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