La tradición de novelas visuales (o gráficas) nace en el umbral del siglo XX, casi a la par del cine sonoro. Max Ernst, artista alemán proveniente del grupo Dadá, comenzó una etapa experimental de "collages" entre los años 1919-1929 sin alguna intención narrativa. No obstante, de este periodo se desprenderán sus tres impactantes novelas en imágenes: "La mujer 100 cabezas" (1929), "Sueño de una niña que quiso entrar en el Carmelo" (1930) y "Una semana de bondad o los Siete elementos capitales" (1934).
Ernst armaba los collages a partir de intervenir viejos grabados en madera e integrar diversos elementos, desde animales, seres microscópicos, personas, hasta paisajes y máquinas; el hilo conductor tenía que ser el imán asociativo de lo insólito. De estas novelas, Bretón señaló: "son imágenes centelleantes o sombrías que deciden tal vez, ante todo, sobre la naturaleza de los sueños, de la realidad electiva de nuestro amor, del modo de desarrollo incomparable de nuestra vida".
Hay una clara intención narrativa en las tres novelas de resignificar los elementos utilizados, tal como si se quisiera construir sueños o realidades imaginarias a partir de argumentos literarios. Es notable el contenido anticlerical y de repudio a la burguesía que el artista quiso imprimir en sus obras. Proponiendo en cambio, una apuesta importante por lo onírico-poético, lo amoroso e inesperado de la vida.
Sugerido por Francisco Goñi
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