Seis ficciones que abrevan en la realidad
En el silencio, detrás de los párpados, en el anonimato y en todo lugar secreto subsiste la transgresión de lo prohibido. El mundo constatable es dislocado y hecho trizas al otro lado de la luz de la certidumbre, donde los tabúes danzan libremente del brazo de nuestras pasiones. Un mundo así sólo puede concebirse al amparo del lenguaje escrito. Allí lo posible y lo imposible son una misma cosa: un cuento, una novela, etc. Yasutaka Tsutsui (Osaka, 1934) capitaliza el cheque en blanco que le ofrece la literatura para sumergirse en dicha oscuridad, cual Orfeo en busca de Eurídice, y poner frente al lector sus deseos reprimidos.
Los seis relatos contenidos en Hombres salmonela en el planeta porno logran evadir las restricciones sociales presentes en historias de ficción que, si bien plantean “realidades alternas”, se desarrollan dentro de los límites de lo permitido. Hablemos pues de ciertas historias destacables en este volumen. “El bonsái Dabadaba”, trata sobre un árbol que provoca sueños libidinosos. Una pareja lo emplea para reactivar su vida sexual; pero, en sus experiencias oníricas, ellos dan rienda suelta a sus deseos. Se acuestan con quienes siempre habían querido, intercambian parejas con otros, lo hacen donde sea y a cualquier hora, van y vienen de sus sueños como si cambiaran de canal televisivo hasta que el gobierno decomisa los árboles a causa del desorden impúdico provocado por quienes andan desnudos por la ciudad pensando que siguen dormidos. En “Rumores sobre mí”, Tsutomu Morishita, un empleado cualquiera, mira una fotografía suya en el noticiero de la mañana mientras la conductora da cuenta de la vida de éste. En la radio se habla de él, aparece a ocho columnas en los diarios, se organizan acalorados debates sobre sus relaciones amorosas, en fin; se vuelve el don nadie más famoso de Japón. Sin saber por qué, su figura despierta el morbo de una nación. En “El límite de la felicidad”, una familia busca descansar tranquilamente en la playa; sin embargo, no son los únicos que lo desean. Al llegar a la playa, se encuentran con una multitud que se multiplica conforme avanza hacia su objetivo. En medio de la algarabía vacacionista, los cuerpos se aproximan cada vez más, volviendo aquello una suerte de embudo. Los que van al frente no distinguen si han tocado el agua o es sudor lo que los empapa. De a poco, los cuerpos caen y son pisoteados, se hunden y ahogan entre la masa, el mar, o quien sabe qué. Su felicidad se pierde en el horizonte.
Las historias de Tsutsui pueden resultar duras y hasta agresivas para algunos lectores, porque lo mismo vivifican a una madre matando a su hijo frente a decenas de personas que retratan la violencia ejercida hacia las minorías sociales. Sirva de ejemplo la denuncia realizada en su contra por la Asociación de Epilépticos de Japón en los años 90. Por otra parte, también ha sido nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Gobierno francés. Finalmente, con su humor negro, lo que hace Tsutsui es darle la vuelta al guante del recato para asumir las cosas como son. Dijo alguna vez: “Hay naciones tristes y alegres. Yo preferiría que mi obra se tradujera a naciones alegres”.
«Reseña escrita por Gamaliel Valentín González, El Péndulo Perisur»
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