Hace 25 años, el mundo producía 3 toneladas anuales de cemento por persona. Ahora la cifra alcanza las 5 toneladas. A medida que nuestras ciudades, suburbios y pueblos se expanden, la propagación implacable del pavimento sobre el que caminamos, construimos y dentro del cual vivimos nos separa del terreno natural, encubre la fuente de nuestros alimentos, del agua y la energía, y también de la biodiversidad del suelo que sostiene nuestra vida.
La Ciudad de México es el lugar perfecto para pensar en las consecuencias de esta hiperpavimentación e hiperconstrucción. Bajo el peso combinado de 21 millones de personas y todo su concreto, la capital mexicana se desploma rápidamente… Y no solo seguimos pavimentando más superficies: asfixiamos nuestro suelo fértil, acabamos con su vida, y es este un acto totalmente irreversible. Una vez que cubrimos el suelo con concreto o asfalto, lo hemos perdido. Es suelo muerto.
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