LAS correspondencias de Alí Calderón (Ciudad de México, 1982) es de alguna manera una bitácora de viaje y un diario del alma. El autor busca que haya una doble lectura: que de la ciudad visitada convivan imágenes históricas de un remoto pasado con vivencias del momento actual. No pocas veces en el libro, Alí Calderón fija lo que acaba de irse para que se quede en un siempre en el poema: lo que fue, lo que no fue, lo que pudo y debió ser, las sombras que se alejan, la sombra en la sombra de un sueño... Rompe con alguna frecuencia con el lenguaje y la sintaxis, sobre todo en los poemas de amor y desamor, pero calculando que la tarea de destrucción no impida que lo dicho sea una flecha que atraviese el corazón del lector. En sus notables poemas amorosos hay la tristeza que disminuye, el dolor que desgarra o quiebra, la humillación del fracaso, la derrota que a fin de cuentas es quizá la única que valga la pena. En el poema final, titulado con ironía «Democracia mexicana», combina admirable y terriblemente un cuadro de los rituales sangrientos de los mexicas y la
lacerante situación del México que desde hace años vivimos. He aquí un libro de espléndida madurez. MARCO ANTONIO CAMPOS
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